Cascada

La alarma sonó a las cinco de la mañana, prendo las luces, voy al baño y veo mi reflejo lleno de derrota. Sin motivación, sin confianza y sin amor en mi. Me acuesto de nuevo y me levanto una hora después, me duele la cabeza, amanecí con el sabor de la derrota, pero aún así, voy a la suerte. Debía dar un examen en la universidad, mis pensamientos abundan el mismo problema una y otra vez, como una cascada de agua, nunca para de fluir, solo que esta cascada esta contaminada con todas las inseguridades, todas esas dudas que te impiden concentrarte, es irresistible el sonido de la caída precipitada de los sentimientos.

Decidí tomar metro, tomé combinación en Santa Ana para llegar a Toesca. La cascada era más pronunciada, me dirigí por la salida a quien nadie acude, ya subiendo las escaleras, esperaba una razón, esperaba una señal o algo que me reconforte. Solloce, solo quería que todo terminará, algún atropello de ese Toyota Yaris blanco en calle dieciocho, o algún secuestro para pedir un rescate por mi persona, o por último un rayo que caiga sobre mi espalda, pero todos saben que en Chile no pasa eso.

No sentía tanto frío cuando llegue a la universidad, ya eso era una señal rara. Lo primero que hice es fumarme un cigarro, nunca lo hago antes de un examen, solo lo hacia para tratar de despejarme, cuestión que no sucedió. Vi a Barcazar en los computadores y me dirigí hacia él.

Lo saludé - Buena ¿como estay?-
- ¿Qué te pasa weon?- me responde. No sabía que responder y a esa pregunta escucho la risa burlesca de Cerezo, una risa que dan ganas de plantarle el puño en su cara y dejarlo tumbado en el suelo. Estaba con las manos en los azulejos mirando el váter respirando hondo, me vi al espejo, note que estaban gigantes y llenas de irrigaciones. La cascada desemboca en mis ojos y por fin supe su expresión caótica, solo fluye sangre de deseos perdidos. Entró un weon al baño, no le preste mucha atención pero se que no debía quedarme ahí.

- Hey ¿Pero qué te pasa? - era lo que Barcazar decía cuando me dirigía al baño, la respuesta de la risa de Cerezo hizo que me teletransportara hacia el baño. No me gusta que me vean llorar, no me gusta demostrar flaqueza, si bien no derroche ninguna lagrima, estaba claro que mi expresión era de tragedia. Termino un cigarro y luego enciendo otro, cuando veo pasar a Rodriguez a la sala de computación, no me vío claro está porque aparezco escondido a través de las placas de cemento. Pasa caminando el profesor de Derecho Internacional, muy empaquetado como lo milico que es. Ya es hora de partir, me revise una vez más y la corriente seguía su curso, se había tranquilizado y ahora fluye en donde nadie puede verlo, pero pueden sentirlo.